Me desperté y ya no estaba en su lado de la cama (eso lo percibo yo incluso en la etapa de sueño más profundo, aunque sólo me sucede con él); procedí a estirarme como Dios manda, y cuando mi brazo tocó su almohada, sentí algo tenso como el papel. Me desperecé por completo y tomé la hoja de cuaderno (parecía recién arrancada). Decía lo siguiente:
"Si piensas que me fui, estás equivocada. Estoy aquí contigo, estás en mi corazón.
Nos vemos en la noche."
Y así, señoras y señores, me enamoré de él.
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